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Cóndor real en el zoológico del cusco

De encierros y alas

El interminable cautiverio de animales silvestres en el zoológico del Cusco

Publicado: 2021-01-30

El cóndor es el ave terrestre más grande del planeta; es también de las más longevas: puede vivir hasta 75 años. En su vuelo alcanza alturas titánicas y con las alas desplegadas abarca más de tres metros. Aun cuando se encuentre encerrado en un zoológico infame, no deja de abrir sus alas ni de erguir el cuello. No en vano fue un animal sagrado en el tiempo incaico, el símbolo del Hanaq Pacha, y su figura aparece en los escudos nacionales de Bolivia, Chile, Colombia y Ecuador, como símbolo de libertad, fuerza, grandeza, valor. En el Cusco, cuya población se solaza adscribiéndose como heredera de los incas, desde hace décadas el zoológico de su universidad exhibe cóndores y otros muchos animales silvestres en unas condiciones pavorosas.

cóndores en su incesante entrenamiento de vuelo

Sería sencillo poner únicamente el dedo acusador en la tricentenaria UNSAAC, o en la facultad de Biología, de la que depende este zoológico; la cadena (literalmente una cadena) de este infame encierro de animales es bastante más larga. En realidad, este zoológico recibe animales que han sido rescatados por el SERFOR (Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre) o que son entregados por ciudadanos que antes los mantuvieron como mascotas. Según me informaba un responsable del zoológico hace un mes, el SERFOR (y sus instituciones predecesoras) se limita a confiscarlos de traficantes y maltratadores de animales silvestres de diversa índole y luego los deposita en este zoológico, ante la ausencia de otros albergues públicos para este tipo de animales. La UNSAAC cuenta con un presupuesto anual para su alimentación, pero lleva décadas sin habilitar las hectáreas comprometidas en sus terrenos de K’aira, al sur de la ciudad.

el reducido y superpoblado zoológico de la UNSAAC

Pero no todo son instituciones indolentes ni traficantes de animales silvestres… En el caso específico de los cuatro cóndores andinos y el cóndor real que se mantiene en una jaula aparte, estos fueron rescatados de comunidades campesinas donde se los mantenía en cautiverio, con las alas recortadas, por la creencia de que su sangre cura la epilepsia. En otros ambientes se mantiene a un oso de anteojos, un ñandú, llamas, wallatas, así como a decenas de loros, alkamaris y monos recuperados de traficantes que los comerciaban para satisfacer “el gusto” de gente de las ciudades por tener mascotas exóticas, aunque muchos se aburren de ellas y luego las depositan en el zoológico. En efecto, hace muy pocos días, me tocó escuchar a una joven universitaria comentar que al terminar con su enamorado, había entregado el loro que este le regaló al zoológico para que no le trajera recuerdos. ¿Quiénes son los animales? ¿Quiénes son los seres “conscientes”? No cabe duda de que hace mucho la especie humana se ha convertido en la más peligrosa y letal para el planeta.

wallatas, otra ave totémica de los andes

Vivo en un edificio desde el cual se puede atisbar la situación panorámica del reducido y superpoblado zoológico del Cusco. Antes de la pandemia, era frecuente ver a grupos de escolares llevados por sus profesores para dar un paseo recreativo. Este no es el único zoológico de la región que mantiene a animales silvestres en tan deplorables condiciones. ¿Cuántos más pueden existir en todo el Perú? Un zoológico no es otra cosa que una cárcel de animales y miles de peruanos han paseado cada día por ellos entre risas, sin ningún tipo de espíritu crítico.

llamas a la entrada del zoológico

Hace nueve años publiqué un artículo sobre la situación de este zoológico, tras haber conversado con varias autoridades de la Universidad del Cusco y del Gobierno Regional de entonces. Muchos amigos se sumaron a la campaña de denuncia que entonces surgió. Hoy, la infame situación de los cóndores y otros animales silvestres en el zoológico de la UNSAAC sigue siendo la misma. El mes pasado volví a ingresar a sus instalaciones. Al momento de tomar notas y fotos, rápidamente me pidieron que me retirase; si bien, uno de sus responsables llegó a informarme que hace tres años los estudiantes de Biología acudieron hasta Lima para pedir que el Ministerio de Economía y Finanzas acelere los permisos de inversión de la UNSAAC para el traslado de los animales a un espacio más amplio e idóneo; pero hasta ahora se sigue "armando el proyecto". Aquel funcionario me dijo que debería entender que esos procesos son largos. ¿Cuántas décadas tendrán que pasar para que se acabe con ese encierro?

una de las jaulas de monos, zoológico de la unsaac 

Si nosotros sufrimos hoy un confinamiento que no nos tiene bajo rejas, cabe imaginar cómo sobreviven estos animales, años de años en esas condiciones, exhibidos para el divertimento de un público que ha naturalizado el maltrato animal. Ojalá, cuando la pandemia cese, podamos ver el cautiverio y el tráfico de animales como algo sencillamente brutal, inadmisible.

Cusco, 30 de enero de 2021.

Nota: Adjunto el artículo publicado en abril de 2012 en El Diario del Cusco, “Los cóndores del Cusco cuestionan”. Lamentablemente, permanece vigente: nada ha cambiado desde entonces, salvo que hoy los peruanos, como medio planeta, estamos confinados, en pandemia.

Los cóndores del Cusco cuestionan: ¿en verdad amamos la cultura andina?

Cualquier cusqueño a quien le pregunten cuál es el animal que simboliza la cultura andina no tendrá mucha dificultad para señalar al cóndor. La figura de este animal está muy extendida en las iconografías de la cosmovisión andina y la identidad cusqueña. Así, en las numerosas representaciones pictóricas y escultóricas que se hacen del universo andino, destaca la trilogía de condor-puma-serpiente, en la que el cóndor simbolizaría el Hanaq Pacha, el puma el Kay Pacha, y la serpiente el Uqhu Pacha. El mismo antiguo escudo colonial del Cusco se caracterizaba por la presencia de siete cóndores y el cielo andino no tendría en la imaginería de sus habitantes una figura más representativa que la del cóndor.

Para los incas, el cóndor era un Apu, un animal totémico –de origen- de connotaciones sagradas. Asimismo, para los incas, a quienes los cusqueños tanto referimos como antepasados gloriosos, el respeto a la naturaleza y el trato benigno a los animales era una condición indispensable para la vida buena. A los cusqueños y peruanos de hoy, ¿nos queda realmente algo de ese pensamiento, de esa manera de sentir y concebir el mundo? En el discurso, a todos nos encanta reivindicar el pasado incaico, asumirnos como sus herederos exclusivos, y todos afirmamos nuestro compromiso con la defensa de la cultura andina. Sin embargo, hace décadas que nos mantenemos indiferentes y ciegos ante la deplorable situación de los animales del zoológico de nuestra universidad; es más, un gran número de cusqueños se solaza dando pasos por esas instalaciones, y no parece incomodarse por la dramática situación que padecen cóndores, águilas, monos y demás animales en las jaulas de este zoológico.

Cada vez más acosados por el creciente tráfico de la calle Collasuyo, por la inclemente contaminación ambiental, así como por la tortura que significa pasar la vida entera encerrados en jaulas de tamaños ínfimos, gran parte de estos animales ha enloquecido o sufre depresiones severas. Cualquiera que dé una vuelta por esas instalaciones con los sentidos abiertos para entender sus gritos o atender sus miradas podrá constatar este hecho.

Hay quienes dirán que este es un asunto secundario y que lo primero es preocuparse por los seres humanos; como si las políticas públicas y la sensibilidad humana, al igual que un banco o un ministerio, exigieran hacer cola y no pudieran abarcar también políticas ecológicas y acciones humanitarias urgentes. Hay otros que dirán que los animales del zoológico ya no pueden vivir en libertad, como si ello justificara su supervivencia en tan deplorables condiciones de cautiverio. A quienes no les parezca indispensable mejorar esta situación habría que preguntarles ¿qué puede significar mantener este estado de cosas? En el caso específico de los cóndores, esos animales que simbolizan el mundo superior andino carecen de espacios mínimos para correr y ya no se diga para volar; carecen igualmente de cobijos suficientes para guarecerse de los azotes del sol o las lluvias extremas, y además padecen la vejación cotidiana de verse convertidos en espectáculo para tantos cusqueños que acuden allí con la intención de relajarse contemplándolos a ellos y a otros animales en esa situación de sufrimiento.

¿Qué espíritu ecologista y de respeto a la naturaleza se puede sembrar en los niños que, llevados al zoológico por sus propios padres y maestros pasan a normalizar situaciones de maltrato animal tan grandes, para más inri, bajo la vigilancia de la principal educación educativa de nuestra región? Y como sociedad, ¿qué estado de opresión estamos perpetuando al mantener a esos reconocidos símbolos de la identidad andina en tales condiciones de vejación?

En los últimos tiempos, los peruanos denunciamos cada vez más las situaciones de racismo y discriminación contra los pueblos y la cultura andina, y hay esfuerzos importantes por lograr una reivindicación de estos; no deberíamos olvidar que para lograr esas metas, además de políticas claras de lucha contra esas lacras, también se requiere de tareas simbólicas de liberación y reparación. Liberar a los cóndores y demás animales del zoológico de la Universidad, o como mínimo darles mejores condiciones de vida sería, sin duda, una acción muy significativa.

Hace varios años que en el Cusco se habla de un plan para trasladar a los animales del zoológico de la UNSAAC a instalaciones más adecuadas en la granja K’aira. Hoy en día que en gran parte del mundo la consciencia ecológica está creciendo, la existencia de zoológicos –incluso de zoológicos muy amplios y sofisticados– pasa a constituirse en una rémora de pensamiento arcaico y opresor; no obstante, si aún no podemos ofrecer a los animales del zoológico la libertad o una alternativa similar, al menos deberíamos plantearnos como una tarea moral prioritaria lograr su traslado a mejores instalaciones en K’aira en el plazo más breve. Ojalá las autoridades y los ciudadanos que suelen concentrar su atención en la construcción de obras de cemento y en elogiar nuestra identidad a través de festejos alrededor de la Plaza de Armas, asuman también dar honor al Cusco y a la cultura andina retomando esa consciencia ecológica que tanta falta le hace a nuestra región; una consciencia que sin duda es una base fundamental para un futuro saludable y para una vida buena.


Escrito por

Karina Pacheco Medrano

Escritora, antropóloga, montañista.


Publicado en

Desde el Bosque

Bosques, entrevistas, literatura, antropología, historia.